Pocos lugares en el Mediterráneo reúnen tanta carga histórica y misterio como la isla del Lazareto de Menorca. Situada en la misma bocana del puerto de Maó, esta isla de menos de 4 hectáreas fue uno de los puntos de cuarentena sanitaria del Mediterráneo occidental. 

Hoy está convertida en espacio cultural y de interés turístico, pues su arquitectura, historia y aura de silencio la vuelven fascinante. Este artículo es una invitación a mirar la isla desde una nueva perspectiva: como un destino turístico y como un ejemplo extraordinario de cómo la medicina, la arquitectura y la geopolítica se entrelazaron en este trocito del Mediterráneo.

 

¿Qué era un lazareto y cómo funcionaba?

Un lazareto era una instalación de cuarentena. El nombre proviene de la orden religiosa militar de San Lázaro, que se encargaba del cuidado de los leprosos.

El lazareto de Menorca fue uno de los más avanzados y mejor organizados de su época. Contaba con pabellones de aislamiento, depósitos de mercancías, capilla, cementerio, viviendas para el personal sanitario…

El objetivo de este lugar era evitar la propagación de enfermedades como la peste, el cólera, la fiebre amarilla o la lepra. Las embarcaciones sospechosas debían permanecer fondeadas en la isla mientras se desinfectaban pasajeros y mercancías.

El complejo estaba dividido en tres zonas: sospechosos, tocados y limpios. El aislamiento, dependiendo del riesgo, duraba entre 20 y 40 días.

 

Un poco de historia: Menorca como lugar clave del control de epidemias en las rutas marítimas

Que Menorca albergase un Lazareto no era casual. A finales del siglo XVIII, el Mediterráneo era una de las vías principales para el comercio entre Europa, África y el Levante. 

El puerto de Maó, con más de 5 km de longitud, ofrecía las condiciones ideales para el fondeo de barcos. Pero también representaba un riesgo sanitario significativo: los barcos que procedían de puertos infectados podrían introducir las enfermedades.

El miedo al contagio llevó a los gobiernos de Europa a implantar sistemas de control fronterizo sanitario. Uno de ellos fue el establecimiento de lazaretos. Menorca se convirtió entonces en una de las primeras islas en construir un lazareto moderno por razones de estrategia, voluntad política y ubicación geográfica.

 

La isla del Lazareto de Menorca: arquitectura funcional avanzada

En 1793, Carlos IV aprobó el proyecto del Lazareto en plena expansión de las políticas sanitarias modernas. Las obras comenzaron bajo la dirección del ingeniero militar Juan de Lángara y terminaron en 1807. El complejo se diseñó para conseguir un aislamiento estricto, sin contacto físico entre los distintos grupos y el personal médico.

La isla, de 38.000 m2, se organizó en distintas áreas:

  • Pabellones para enfermos (tocados): personas con síntomas.
  • Áreas para sospechosos: personas procedentes de zonas de riesgo pero sin síntomas.
  • Depósitos de mercancías: con sistemas de desinfección por calor seco, vapor y ventilación.
  • Capilla, cementerio, cocina, hornos y viviendas

Destaca en esta construcción el camino cubierto de vigilancia, que recorre el perímetro interior del lazareto. Por él circulaban médicos y autoridades sin mezclarse con los internos para minimizar el riesgo de contagio.

El lazareto de Menorca fue un claro ejemplo de la arquitectura hospitalaria más avanzada de su tiempo. En este diseño se controlaba la propagación de la enfermedad sin renunciar a la logística, el movimiento y la supervisión sanitaria.

 

La isla del Lazareto de Menorca: del abandono al redescubrimiento

A medida que las vacunas y la medicina avanzaban, la necesidad de cuarentenas masivas disminuía. En el siglo XX el Lazareto se usó como cuartel militar, como lugar de aislamiento ocasional durante conflictos y finalmente se cerró al público.

Durante décadas, la isla estuvo fuera del circuito turístico y cultural. Sin embargo, gracias a una iniciativa del Consell Insular de Menorca, el espacio se ha restaurado parcialmente y abierto para visitas guiadas, actividades científicas, encuentros médicos y eventos culturales con aforo limitado.

La isla solo se puede visitar mediante excursiones organizadas o acceso a eventos que se celebren allí. Se llega desde el puerto de Maó en barco (trayecto de unos 15 minutos), con salidas programadas en temporada alta.

Visitar la isla del Lazareto de Menorca es entender cómo se gestionaban las pandemias antes de la penicilina, cómo se diseñaba arquitectura al servicio de la salud pública, y cómo se cuidaba de la población cuando la medicina aún no contaba con recursos modernos.

Si buscas una experiencia distinta en Menorca, más allá del sol y la playa, la isla del Lazareto te espera con una historia única.